-CORRUPCIONES-
Dice Donald
Trump, candidato a candidato a la presidencia de EE. UU. de América del Norte,
que sus votantes son aquellos capaces de votar a un asesino.
Y podrían decir,
aquí, los líderes de Convergencia i Unió -disueltos y reaparecidos parte como
parte de Junts pel sí, y, luego, como Democràcia i Llibertat, y la otra parte
bajo su denominación original-, que sus votantes son aquellos capaces de apoyar
el secuestro de las instituciones para beneficio particular de algunas
familias, y, especialmente, de una; aquellos capaces de votar a quienes se
esfuerzan en reducir ciudadanos a etnotipos, mediación por medio, del chantaje
emocional que supone la acusación, implícita o explícita, de carencia de
patriotismo o de cosas peores.
Y podrían decir,
también, los dirigentes del Euzko Alderdi Jeltzalea-Partido Nacionalista Vasco,
que sus votantes son aquellos capaces de apoyar a quienes recogen las nueces,
después de que otros sacudan, con cuidado de no romperlo, eso sí, el árbol.
Y podrían decir,
los dirigentes del Partido Socialista Obrero Español, sección Andalucía, que
sus votantes son aquellos capaces de apoyar el uso de instituciones y
subvenciones para la compra de votos.
Y podrían decir,
dirigentes y representantes de Bildu y sus diversas manifestaciones, que sus
votantes son aquellos capaces de apoyar a quienes justifican -o, en el mejor de
los casos, condescienden con- el asesinato, la extorsión y el etnicismo.
Y podrían decir,
igualmente, los dirigentes del Partido Popular, que sus votantes son aquellos
capaces de apoyar a un partido que ha entrado a saco en las instituciones del
Estado para llenar las arcas de sus dirigentes, mientras vendían, sin rubor
alguno, patriotismo y el sacrificio de aquellos pocos de sus militantes que, en
alguna parte del país, se jugaban la vida creyendo que estaban haciendo otra
cosa.
Pues siempre,
tras la corrupción de líderes, partidos e instituciones, está la corrupción de
los ciudadanos, que, en un Estado democrático, constituyen siempre la fuente
última de poder, y, por lo tanto, de corrupción.
Y no mitiga la
responsabilidad ciudadana el «los demás también», sino que la acrecienta.
A. Bugarín
Valladolid, febrero-2016