-LA CRÍTICA DE LA CRÍTICA CRÍTICA-
En aquel tiempo
los hombres de Ciberia habían alcanzado tal grado de civismo, tal grado de
tolerancia y relativismo, que consideraron de justicia ponerse definitivamente
en el lugar del otro, dar la palabra al perdedor, traer a presencia lo ausente.
De ese modo, una legión de historiadores y filósofos, antropólogos y
periodistas, sociólogos y críticos literarios, se aplicaron a la tarea de
rescatar al abandonado, dar la palabra al que carece de ella, desvelar cada
historia oculta bajo la verdad oficial, abolir todas las trampas con que se
justifica el poder.
Y llegó el
momento en que la palabra antes ignorada ocupó el espacio público, en que la
historia escondida se convirtió en contenido de los libros de texto, en que de
los antiguos marginados salieron los secretarios de Estado.
Una generación
más tarde, las más finas conciencias críticas, vanguardia siempre dispuesta a
liderar a la acéfala masa, caen en la cuenta de la injusticia del orden establecido.
Caen en la cuenta de que la nueva palabra instaurada se ha convertido en
palabra ganadora, que el orden presente oculta el ausente.
Y así, una nueva
generación de historiadores y periodistas, filósofos y antropólogos, sociólogos
y críticos literarios, dispuestos a luchar contra toda injusticia, dispuestos a
sacar al oprimido de su opresión, a dar voz al condenado a la mudez, ponen su
empeño y esfuerzo en dar la palabra a los antiguos ganadores, cuyo discurso ha
sido ahora desterrado, hasta lograr, por fin, que el perdedor, y antiguo
ganador, vuelva a ser el ganador, desterrando al ganador y antiguo perdedor a
su lugar.
Y es maravilla
comprobar, como, de esa forma, generaciones de historiadores y filósofos,
antropólogos y periodistas, sociólogos y críticos literarios, encontraron, por
fin, un modo honrado de ganarse la vida.
A. Bugarín
Valladolid,
febrero-2018
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