-TODA
SOLUCIÓN EXIGE UN PROBLEMA-
-(PARÁBOLA
POLÍTICA)-
En aquella escuela los alumnos aprendían siguiendo los ritmos naturales del
proceso de madurez emocional e intelectual y las enseñanzas periódicamente
impartidas por un viejo maestro discreto y eficaz. Las cosas funcionaban más
que razonablemente bien, hasta el punto de que el centro solía ser citado como
ejemplo en los medios de información especializados.
Pero, llegada su jubilación, el viejo maestro fue despedido, y un joven
candidato ocupó, provisionalmente, el puesto vacante. Este, buscando garantizar
la renovación de su contrato, se propuso, desde el primer momento, señalar las
deficiencias de aprendizaje de los alumnos encomendados, al tiempo que ofrecía
las personales soluciones que pondrían remedio a tales males. Y así, si algún
alumno tenía un ocasional comportamiento inapropiado, inmediatamente el nuevo
maestro emitía un informe público señalando la poca disciplina que reinaba en
las aulas. Si otro alumno erraba más de la cuenta en las respuestas de los
exámenes, inmediatamente se haría público el bajo nivel de conocimientos de los
pupilos. Si un tercero llegaba un día tarde, corría el tutor a señalar la
inconcebible impuntualidad de los infantes.
Finalizaba el primer año con el nuevo docente todavía a prueba, y el clima
de la clase se había ido transformando. Lo que antes eran faltas puntuales, que
el propio desarrollo natural iba corrigiendo, se convirtieron, ahora, en el
denominador común del grupo resentido y desmotivado. Y así, una buena parte de
los alumnos, como si de un desafío se tratase, llegaban impuntualmente a clase.
Las vísperas de los exámenes eran el momento apropiado para alguna celebración
nocturna. Los comentarios fuera de lugar, los gritos, las interrupciones, constituían
el espectáculo diario del aula. De modo que la Junta Directiva, alertada por una
situación tan perjudicial para los intereses económicos y docentes de la
entidad que dirigían, y comprendiendo las acertadas predicciones del joven
maestro, decidió que era oportuno, para poner fin a tal situación, renovarle, sine
die, el contrato.
A. Bugarín
Valladolid,
septiembre-2021
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