-FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN-
La filosofía no
es un conjunto de recetas simples para solventar problemas complejos.
Ni un conjunto de
procedimientos de adiestramiento con el objetivo de hacer alumnos críticos, sea
eso lo que sea.
La filosofía no
desaparece porque estorbe al poder. Con frecuencia la filosofía ha sido un
extraordinario modo de legitimación del poder.
La filosofía no
es un catecismo laico para militantes de oenegés.
La filosofía es
el puro y simple ejercicio del pensamiento, sin fin, sin objetivo, sin control
de producción. (Pues, si el fin estuviese dado, decidir los medios sería un
mero proceso lógico-mecánico.)
Y en este
ejercicio no puede olvidar lo ya pensado. Recogido en un canon de textos
elaborados en los últimos veinticinco siglos por los que algunos denominan,
ahora, cadáveres filosóficos.
Que la filosofía
no tenga un fin, un objetivo, tampoco quiere decir que su ejercicio no tenga
consecuencias, que serán las que tengan que ser.
Lo que cabe
preguntarse es si la filosofía tiene cabida en un Instituto de Enseñanza
Secundaria.
Pero acaso es ahí
donde más cabida tiene, ahí donde emerge el distanciamiento.
Cuando un niño
descubre que morirá.
Cuando un
adolescente descubre que la vida no tiene sentido. No lo tiene, y eso es lo
humano.
Cuando descubre
que si los problemas inmediatos, y no tan inmediatos, estuvieran solucionados
entonces seguiría intacto el problema.
El simple
problema de ser (ni me atrevo a decir: de ser hombre).
A. Bugarín
Valladolid, noviembre-2016
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