-ERRAR-
Dice Borges, en
narración célebre -y celebrada, entre otros, por Michel Foucault- que, según
una antigua enciclopedia china, los animales se clasifican en: a)
pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, ...
etc. Lo que parece querer sugerir que toda clasificación es arbitraria; y, esto
lo decimos nosotros, en consecuencia, tan inobjetable como un acto de creación.
Pero acaso no
esté totalmente desencaminado Hume cuando sostiene que entre ciertas ideas
parece existir una atracción similar a la que se da entre los cuerpos
newtonianos. De donde se podría deducir que, por la misma razón, deberá existir
cierta repulsión entre otras ciertas ideas cual la dada entre los polos de
igual carga en un imán.
Y en este juego
de afinidades y diferencias, en este no ser todo compatible con todo, reside,
tal vez, el discurso verdadero.
Y así, no parece
posible, tal como sostiene cierta izquierda -aquella que es incapaz de pensar a
Marx si no es en compañía de Lenin y Stalin (o, en su caso, de Mao); o, peor
aún, aquella para la que la revolución no es sino la expresión legítima del resentimiento-
agrupar en un mismo lado del campo, frente al cual se determinaría ella misma
en bando contrario, el continuum
liberal-capitalista-patriarcal-heteronormativo.
Pues ha sido el
capitalismo liberal, como ya vio Marx -¡hace casi doscientos años!- el que ha
abolido el patriarcado. De hecho, pero, sobre todo, en sus fundamentos.
Y cabe imaginar,
tal Platón en El banquete, una
comunidad de varones, amándose fuera de los cauces «heteronormativos», como la
máxima expresión del patriarcado.
(Pues -y aquí
está el permanente errar, en su doble sentido, de esa izquierda-, no es el mal
del capitalismo lo que promete, sino lo que no cumple.)
A. Bugarín
Valladolid, septiembre-2017
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