-EL CUERPO Y SU YO-
Oído: «¡en mi
coño mando yo!», «¡en mi útero mando yo!», «¡mi cuerpo es mío!». ¿Apología del
individualismo y el derecho de propiedad? ¿Éxtasis liberal en su doble sentido:
derechos ciudadanos y economía de mercado?
Pero, ¿qué o
quién es el yo propietario? ¿quién o qué la propiedad? Pues aun el liberal
concibe un sujeto que, no agotándose en su ser colectivo, tiene, sin embargo,
una proyección, no muy lejana al marxiano ser genérico, en los otros. Si el
liberal reniega, frecuentemente, de lo social, no lo hace, sin embargo, de lo
interindividual. Su tríada capitolina incluye, junto a la libertad -del
individuo-, la igualdad -ante la ley-, y la fraternidad -para con los otros-.
¿Pues acaso mi anulación como sujeto, y mi anulación suprema, mi muerte
-permítasenos obviar la posible precipitación de este enunciado, pues acaso
haya formas de anulación más terminantes que la muerte-, no supone una
escisión, vivida como dolor, en quienes me sienten como cosa propia?
Retomemos la
pregunta: ¿qué o quién es el yo propietario? ¿Y si el yo no fuese el
propietario sino la propiedad? Pues todo apunta -un todo que incluye
aportaciones de la neurología, la psicología y la filosofía de la mente- a que,
eso que denominamos yo, no es sino un tomar conciencia el cuerpo -un cuerpo que
siente y piensa, o siente pensando, o piensa sintiendo- de sí mismo, de sus
propios estados, de sus propias decisiones.
Un cuerpo que se
constituye -como la partícula sumergida que encuentra su ruta de choque en
choque-, en sujeto ante otros sujetos; y, con el nacimiento de la filosofía -esa
escisión en el cuerpo colectivo que el mito alumbra-, en sujeto racionalmente autónomo.
Y es ese sujeto racionalmente autónomo, redescubierto y extendido en la
modernidad, el que configura el moderno Estado de derecho -donde derecho
significa la protección legal de ese individuo racionalmente autónomo, pues
otra cosa sería redundancia-, y el que da fundamento a la idea misma de
dignidad, base de toda la ética contemporánea.
Y es entonces
cuando adquiere sentido gritar: «¡mi cuerpo es mío!», «¡en mi coño mando yo!»,
«¡en mi útero mando yo!», como expresión, metáfora, o reivindicación, de esa
autonomía racional; que, no obstante, no libera al individuo de su
responsabilidad ante los otros, para con los otros; no es fundamento de
autodeterminación, posible solo para la sustancia infinita, sino de
codeterminación.
A. Bugarín
Valladolid,
mayo-2016
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