-ORIGEN-
En La genealogía de la moral muestra
Nietzsche -labor por la que, como sabemos, ha recibido, junto a Marx y Freud,
el honroso calificativo de «maestro de la sospecha»-, cómo ciertos valores
pueden tener su origen -resentimientos múltiples de por medio-, en una
inversión de sus contrarios. Así sucedería con «bien» y «mal», y sus
correspondientes extensiones caracteriológicas de «bondadoso» -como pobre,
humilde, y, por ello, querido de Dios- y «malvado» -como rico y orgulloso, y,
por ello, despreciado por Dios-, nacidos de la reinterpretación en clave moral
de los antiguos conceptos vitales y aristocráticos de «malo» -como inferior y
despreciable-, y «bueno» -como pleno de vitalidad, rico, orgulloso, y elevado-.
La aplicación de
este genealógico juego de los orígenes y las inversiones nos permitiría
entender el desarrollo de ciertos sorprendentes posicionamientos políticos
actuales. Así, «república», en boca del populismo de diversa índole, y,
especialmente, del nacionalismo étnico catalán, no puede significar otra cosa
que la inversión del concepto original de «república», que es la negación de
todo vínculo que no remita al sometimiento exclusivo a la ley, y de toda
identidad que no nazca de la autonomía racional del sujeto. (Lo republicano:
Felipe VI el 3 de octubre invitando a los poderes del Estado a cumplir la ley y
hacer cumplir la ley).
O así «fascismo»,
y su síncopa coloquial «facha», que, nacidos para designar a ciertas
concepciones totalitarias y antiliberales del Estado y la ciudadanía, son
empleados, ahora, por aquellos que esgrimen actitudes e ideologías fácilmente
equiparables al fascismo clásico, tales nacionalistas étnicos y populismos
varios, para descalificar a cualesquiera defensores de la democracia liberal.
A. Bugarín
Valladolid, junio-2018
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