-CIUDADANOS Y ETNOTIPOS-
Un ciudadano es un
determinado tipo humano. Un tipo humano modelado por la política, por la polis,
por el Estado -obviemos, de momento, las diferencias-. Un tipo humano que no
aparece en la prehistoria, no es un producto de la biología, aunque, como todo
lo humano, tiene una biología detrás. Es un tipo humano que aparece muy
recientemente, como una maravillosa novedad de la civilización griega de en
torno al siglo V antes de Cristo.
Un ciudadano es
un individuo, y esto hay que reiterarlo, un individuo, sujeto a derechos y
deberes políticos. Es decir, un ser racionalmente autónomo, capaz, por lo
tanto, de decidir, por sí mismo, lo que le conviene. Un individuo que, como
sujeto político, tiene que con-vivir bajo la forma de la colaboración o del
enfrentamiento, con otros individuos. Y que, para posibilitar esa convivencia,
aun la convivencia conflictiva, tiene que urdir reglas, derechos, y más reglas,
deberes, con las que se compromete explícita o implícitamente.
El etnotipo es un
tipo humano ancestral. Es incluso, acaso, prehumano. (El incluso acaso es un
descubrimiento literario que acabo de hacer.) El etnotipo viene determinado por
la cultura, y aun por la biología, si hemos de aceptar aquello de que una raza
es una cultura escrita en el cuerpo. Es pre-racional y pre-estatal.
Confundir
ciudadanos y etnotipos tiene consecuencias políticas. Y, con frecuencia,
nefastas consecuencias políticas. A la historia nos remitimos. Pero buena parte
de la, no sé cómo llamarle, progresía está muy manido, y no expresa lo que
tratamos de nombrar, sigue teniendo connotaciones positivas, quizá, aunque
parezca un oxímoron, izquierda reaccionaria, dejémoslo ahí, buena parte de la
izquierda reaccionaria, tan determinante en nuestro país, sigue
confundiéndolos. Y así se oye hablar de nación de naciones, mientras que otros,
no sé si dándose cuenta de lo problemático del término, se decantan, ahora, por
país de países, cuando lo que quieren decir es que España es una nación
política, una nación de ciudadanos, que comparten diversas identidades étnicas,
es decir, en la que conviven diversos etnotipos, como en todas las naciones,
como en todos los países.
El regreso de la nación-Estado,
de la nación política, de la nación de ciudadanos, a la nación-étnica, a los «pueblos
naturales», es un retroceso. Es abandonar el camino que nos libera de las
ataduras obligatorias a una tradición, unas costumbres, ¿una raza? y que nos
ata a las leyes, a la solidaridad administrada, a las libertades individuales.
Los vínculos afectivos a la historia comunitaria, a la tradición, a las
costumbres, existen, y son, incluso, necesarios y buenos, pero, como la religión,
deben quedar en el ámbito de la vida civil y privada, fuera, en todo caso, de
la gestión política, y fuera, desde luego, de la adscripción obligatoria.
A. Bugarín
Valladolid,
enero-2016
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