-IZQUIERDAS-
Sostiene
Aristóteles, que el ser se dice de muchas maneras, lo que significa que la
palabra «ser» se emplea con múltiples significados, y que lo que «es» se
manifiesta bajo múltiples aspectos.
Pues bien, algo
similar sucede con la categoría política «izquierda», dado el término se emplea
con múltiples significados, y que su puesta en práctica difiere en objetivos y
procedimientos, lo que convendría tener en cuenta cuando se apela, por ejemplo,
a la unidad de la izquierda, pues, acaso las izquierdas que se pretende unir
sean incompatibles entre sí.
Y así, podemos
encontrarnos con una izquierda instalada en un territorio moral de naturaleza
virtual, una izquierda angélica, que ha roto todo compromiso con la realidad,
que es siempre material, conflictiva, en la que «toda determinación es
negación», y en la que «no todo es compatible con todo». Para esta izquierda,
como en las películas de Disney, el león bueno acabará, finalmente, comiendo
lechuga.
Existe otra
izquierda, o dicho al modo aristotélico, la izquierda se manifiesta también,
bajo la forma de una izquierda totalitaria, que es esa izquierda para la que el
sujeto racionalmente autónomo es una invención burguesa. Para esta izquierda,
el individuo es, y solo puede ser, en su exterior y en su interior, un reflejo
de la colectividad, de la comunidad, acaso de la comunidad de trabajadores, que
se encuentra a sí misma, como tal colectividad, bajo la dirección del partido,
bajo la mirada absoluta del partido.
La izquierda se
manifiesta, en tercer lugar -el orden es, obviamente, arbitrario-, bajo la
forma de una izquierda liberal, una izquierda para la que el sujeto político
es, asumiendo los postulados de la Ilustración y la Revolución francesa, el individuo
racionalmente autónomo, el ciudadano, que interviene en la constitución y
transformación de su comunidad política a través de los medios institucionales -partidos,
sindicatos-, o semiinstitucionales -organizaciones no gubernamentales-. Para
esta izquierda, por ser, el individuo racionalmente autónomo, el sujeto
político, es, también, él mismo, el límite a la intervención del poder
político.
Y la izquierda se
manifiesta, para cerrar esta clasificación, bajo la forma de una izquierda
reaccionaria, que se constituye como tal en reacción contra el capitalismo
tardío, contra los Estados Unidos de América del Norte, en la medida en que
constituyen el centro de irradiación de ese capitalismo tardío, y contra sus
aliados, especialmente contra Israel, lo que no deja de ser, esta especial
inquina a Israel, un enigma político e histórico. Esta izquierda, quizá porque
nació de una confrontación sin un proyecto alternativo claro, ha buscado sus
alianzas entre todo aquello que el propio desarrollo de las sociedades del
capitalismo avanzado han vuelto obsoleto. Y así, nos la encontramos
reivindicando el comunitarismo y otras formas de tribalismo contemporáneo, su
apología, por ejemplo, del etnotipo frente al ciudadano, o apoyando al Irán
teocrático y otros movimientos islamistas, al caudillismo latinoamericano, esto
es, al peronismo y sus variantes chavistas, etc.
Se prodiga
también últimamente, en este caso perfectamente compatible con cualquiera de
las otras variantes, la izquierda tuit, que reduce el análisis de fenómenos
complejos a la frase más o menos ingeniosa que cabe en 140 caracteres, que es
capaz, sin sonrojo alguno, de afearnos nuestra conducta con soluciones al
alcance de un niño.
Y, para
finalizar, una duda, la que siempre nos asalta en medio de toda reflexión
política, de toda reflexión, especialmente, sobre la naturaleza y el papel de
la izquierda, ¿Marx ha muerto, finalmente? ¿Cabe una lectura de Marx
posliberal, no antiliberal? ¿Cabe una izquierda posliberal?
A. Bugarín
Valladolid, enero-2016
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