-HISTORIA
E HISTORIOGRAFÍA:
A
VUELTAS CON LA IDENTIDAD DE ESPAÑA-
(1) Que la noción de España que tenemos hoy sea
diferente de la que había con anterioridad al siglo XIX no significa que no
hubiese entonces una noción de España. Si diésemos por buena esa argumentación,
dado que la noción de España que puedan tener en el siglo XXIII será distinta
de la que tenemos hoy, los historiadores de esa época tendrían que concluir que
a principios del siglo XXI España no existía.
(2) Que bajo el franquismo se haya defendido que España tiene un
origen anterior a las Cortes de Cádiz no convierte esta afirmación en errónea.
Pues con el mismo argumento habría que sostener que la raíz cuadrada de cuatro
no es dos. Tal afirmación será errónea o no lo será al margen de la posición de
los historiadores franquistas al respecto. Quién, para descalificar una tesis,
apela a sus coincidencias con otras mantenidas bajo el franquismo se está
descalificando a sí mismo. (Emplea una argumentación tramposa y deshonesta).
(3) La historia de la identidad de un país solo
puede ser analizada desde el presente (igual que la biografía de un individuo
humano, pongamos por caso). Si existe España hoy (con todo lo endeble que pueda
ser su identidad, pero toda identidad es endeble, toda unidad es endeble, por
eso existe la historia e incluso la evolución de las especies), quiere decir
que tuvo un pasado a lo largo del cual se ha configurado. Salvo que estemos
dispuestos a admitir que algo puede salir de la nada. (Se podría hablar aquí
quizá de una teleología inversa: desde el fin, y solo desde el fin, podemos entender
el proceso como conducente a ese fin).
(4) En la historia de la identidad de un país, igual
que en la historia de la identidad de una persona, puede haber momentos más
determinantes que otros. Una persona puede, por ejemplo, sufrir un accidente
que marque de un modo fuerte su identidad, e incluso la anule. Puede conocer a
alguien con quien se empareja y tenga hijos, orientando su identidad en un
sentido, que habría sido diferente si se hubiese emparejado con otra persona, o
no lo hubiese hecho en absoluto. Pero todos esos avatares aparecen como
configuradores de lo que ahora es.
(5) España se reconfiguró como nación política
(elemento fuerte de su identidad presente) a partir de la Constitución de
Cádiz. Pero esa Constitución la llevó a cabo un cuerpo político preexistente.
No se reunieron al azar una serie de personas y decidieron azarosamente que
ciertos individuos y territorios constituían una nación política. La identidad
de un grupo humano no se reduce a la de nación política (en el sentido moderno de
nación y de política). Y una nación política no sale de la nada.
(6) La identidad de un país no depende solo de la
noción que sus miembros tengan en un determinado momento de ese país. Un país
es un entramado material de territorio, poder político y otras formas de poder,
intereses económicos y de otro tipo, etc. La España de los Reyes Católicos
estaba dividida en varios reinos. Pero había poderes comunes e intereses
confluyentes. Por ejemplo, había una inquisición común (al servicio del poder
político). Por ejemplo, los ejércitos castellanos operaban en Italia en defensa
de los intereses económicos y geoestratégicos de la Corona de Aragón. Y ambos
reyes dejan el poder de ambos reinos en manos de un heredero común, que unifica
en su persona otro tipo de poderes. De modo que, fuese cual fuese la
representación de su identidad que se hacían los españoles de la época, había
elementos que ejercitaban esa unidad (esa identidad).
(8) Cuando Juan de Mariana escribe su Historia
General de España (publicada en castellano con ese nombre en 1601, aunque la
versión original en latín es anterior), no está escribiendo una Historia
General de la Península Ibérica, sino de una comunidad política. (No quiere eso
decir que Mariana no esté proyectando de manera arbitraria un concepto de
España a su pasado, sino que él, en esas fechas, manejaba un concepto no
geográfico de España). Cuando Quevedo da forma al famoso «Y es más fácil, ¡oh España!, en muchos
modos, que lo que a todos les quitaste sola te puedan a ti sola quitar todos», no está diciendo «Y es más fácil, ¡oh Península Ibérica!,
…».
(9) Un país se construye también a partir de ciertas «ruinas»
hábilmente manipuladas (igual que puede construirse una casa nueva con los
cascotes de un viejo castillo). Cuando en tiempos de Alfonso III, o quizá
antes, se comienza a hablar de la «restauración» (lo que mucho más tarde se
llamará «reconquista») se está diseñando un futuro de país (un futuro reino, si
preferimos llamarlo así) con las ruinas del pasado. Obviamente en la historia nada
se «restaura», siempre se construye algo nuevo. Pero lo significativo es que
esa apropiación del pasado se orienta a construir un futuro, y lo significativo
es que esa apelación a ese pasado y esa propuesta de futuro muevan voluntades.
(Y da igual si Alfonso III y sucesores estaban usando ese «mito» para cimentar
su poder).
(10) De modo similar, la identidad presente de un país, al igual
que la identidad presente de un individuo, se configura (aunque no solo) a
partir de la reapropiación del pasado. Por eso la historia no puede ser
enteramente neutral. Aunque tampoco puede inventarse los hechos (en eso se
diferencia de la memoria personal). Y en ese juego de reapropiación del pasado
y compromiso con los hechos que conocemos (del pasado, pero a través de
informes y otros elementos significativos encontrados en el presente) se
escribe la historia.
A. Bugarín
Valladolid, enero-2022