sábado, 16 de diciembre de 2017

-SIGUIENDO CON LOS TRINOS Y AFORISMOS-

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Héroes prudentes: cuarenta años después de muerto Franco España se ha llenado de ciudadanos dispuestos a combatir el franquismo.

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Agazapada tras la defensa de las buenas causas, avanza inexorable la estupidez.

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Frente a lo próximo se perciben más fácilmente las diferencias (enemigos íntimos).

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La posesión de una gran inteligencia facilita encontrar la verdad, y el autoengaño.

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Con cada derrota del mal se empequeñece la bondad.

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Maratón relativista: el corredor que avanza hacia la meta, avanza, también, hacia el futuro.

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El engaño cae, casi siempre, del lado del sentir, y no del ser.

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Jugar a los dados: ¿Y si Dios al crear el mundo se limitase a crear un campo de posibilidades? (¿Cómo  podría, de otro modo, combatir su propio aburrimiento?).

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Todo filósofo sueña, acaso, con instaurar un mundo, pero la historia rebaja siempre tal pretensión.

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El puro sentimiento no es, en sí mismo, fuente de legitimidad: uno no debe permitirse según qué sentimientos.

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En última instancia nos acogemos al miedo, ese muro que orienta el pensamiento por cauces predefinidos, ese control de los cuerpos y sus deseos siempre al límite de la disolución.

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Si la ciudadanía no nos reúne lo harán las identidades múltiples (también, por supuesto, pues nadie podrá exigir renuncia alguna, aquellas que acogen a los varones blancos, o a los «pueblos originarios» europeos).

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No fue hecha la verdad para el hombre, sino el hombre para la verdad.

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Anticapitalista. ¿Y a favor de qué?

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Platonismo: si señalar lo justo nos diferencia, la justicia es el horizonte que permite el diálogo.

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Tras el prestigio de lo alternativo los hospitales cambian de nombre: centros de brujería alternativa.

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Y el optimismo de pensar que el mundo sin patrias ni religiones, sin causas, en fin, para la guerra, John Lennon, sería mejor.
A. Bugarín
Valladolid, diciembre-2017

lunes, 11 de diciembre de 2017

-A VUELTAS, DE NUEVO, CON LO REPUBLICANO-

Es sabido que los antiguos griegos se decían libres por estar sometidos a la ley, y no a otros hombres. Y, con todas las consideraciones que sea preciso hacer, y salvando las distancias que sea preciso salvar, podríamos estar tentados de ver en esta actitud el origen de la concepción republicana del Estado, en la que el orden institucional, es decir, la ley, fija el grado de libertad con el que pueden desenvolverse los individuos en un espacio compartido (autoconstituyéndose, así, como ciudadanos).
Pero, por razones que habrá que analizar, o que acaso estén ya sobradamente analizadas, nos encontramos, de un tiempo a esta parte, en los viejos o nuevos Estados «republicanos», que el poder (¿político?) habla, como en otros tiempos, por la boca de un individuo señalado, tras reducir al pueblo a vocero de su relato.
Podría, en este caso, darse la paradoja, de que el republicanismo sobreviviese -en el supuesto de que algún atisbo de política pueda todavía sobrevivir en la sociedad de «emprendedores» y consumidores-, bajo la forma monárquica, en la medida en que en el régimen monárquico, hablamos claro está de las monarquías parlamentarias, el sujeto señalado es, él mismo, la institución, vocero de la institución. (Adquiriendo, de esa forma, la expresión «república coronada» pleno sentido).
(Nota: cierto, quizá lo suyo fuese la desaparición del sujeto señalado, pretensión que, no obstante, no invalida el anterior argumentario).
A. Bugarín
Valladolid, diciembre-2017

sábado, 9 de diciembre de 2017

-SUEÑOS DE LA RAZÓN-

Como el niño que, a edad inapropiada, sigue creyendo en los Reyes Magos, no por inocencia, santa simplicidad, sino porque, precisamente su inteligencia, fiel a su deseo, le ayuda a construir argumentos contra el desengaño con que le golpea la experiencia, así el intelectual preeminente, del que no hará falta citar ejemplo alguno, despliega su potente inteligencia para cubrir con ella, como si de un velo de sabiduría se tratase, la depauperada realidad de su ideal, que pugna, como toda realidad, por hacerse presente.
A. Bugarín
Valladolid, diciembre-2017