jueves, 20 de enero de 2022

-HISTORIA E HISTORIOGRAFÍA:
A VUELTAS CON LA IDENTIDAD DE ESPAÑA-
(1) Que la noción de España que tenemos hoy sea diferente de la que había con anterioridad al siglo XIX no significa que no hubiese entonces una noción de España. Si diésemos por buena esa argumentación, dado que la noción de España que puedan tener en el siglo XXIII será distinta de la que tenemos hoy, los historiadores de esa época tendrían que concluir que a principios del siglo XXI España no existía.
(2) Que bajo el franquismo se haya defendido que España tiene un origen anterior a las Cortes de Cádiz no convierte esta afirmación en errónea. Pues con el mismo argumento habría que sostener que la raíz cuadrada de cuatro no es dos. Tal afirmación será errónea o no lo será al margen de la posición de los historiadores franquistas al respecto. Quién, para descalificar una tesis, apela a sus coincidencias con otras mantenidas bajo el franquismo se está descalificando a sí mismo. (Emplea una argumentación tramposa y deshonesta).
(3) La historia de la identidad de un país solo puede ser analizada desde el presente (igual que la biografía de un individuo humano, pongamos por caso). Si existe España hoy (con todo lo endeble que pueda ser su identidad, pero toda identidad es endeble, toda unidad es endeble, por eso existe la historia e incluso la evolución de las especies), quiere decir que tuvo un pasado a lo largo del cual se ha configurado. Salvo que estemos dispuestos a admitir que algo puede salir de la nada. (Se podría hablar aquí quizá de una teleología inversa: desde el fin, y solo desde el fin, podemos entender el proceso como conducente a ese fin).
(4) En la historia de la identidad de un país, igual que en la historia de la identidad de una persona, puede haber momentos más determinantes que otros. Una persona puede, por ejemplo, sufrir un accidente que marque de un modo fuerte su identidad, e incluso la anule. Puede conocer a alguien con quien se empareja y tenga hijos, orientando su identidad en un sentido, que habría sido diferente si se hubiese emparejado con otra persona, o no lo hubiese hecho en absoluto. Pero todos esos avatares aparecen como configuradores de lo que ahora es.
(5) España se reconfiguró como nación política (elemento fuerte de su identidad presente) a partir de la Constitución de Cádiz. Pero esa Constitución la llevó a cabo un cuerpo político preexistente. No se reunieron al azar una serie de personas y decidieron azarosamente que ciertos individuos y territorios constituían una nación política. La identidad de un grupo humano no se reduce a la de nación política (en el sentido moderno de nación y de política). Y una nación política no sale de la nada.
(6) La identidad de un país no depende solo de la noción que sus miembros tengan en un determinado momento de ese país. Un país es un entramado material de territorio, poder político y otras formas de poder, intereses económicos y de otro tipo, etc. La España de los Reyes Católicos estaba dividida en varios reinos. Pero había poderes comunes e intereses confluyentes. Por ejemplo, había una inquisición común (al servicio del poder político). Por ejemplo, los ejércitos castellanos operaban en Italia en defensa de los intereses económicos y geoestratégicos de la Corona de Aragón. Y ambos reyes dejan el poder de ambos reinos en manos de un heredero común, que unifica en su persona otro tipo de poderes. De modo que, fuese cual fuese la representación de su identidad que se hacían los españoles de la época, había elementos que ejercitaban esa unidad (esa identidad).
(8) Cuando Juan de Mariana escribe su Historia General de España (publicada en castellano con ese nombre en 1601, aunque la versión original en latín es anterior), no está escribiendo una Historia General de la Península Ibérica, sino de una comunidad política. (No quiere eso decir que Mariana no esté proyectando de manera arbitraria un concepto de España a su pasado, sino que él, en esas fechas, manejaba un concepto no geográfico de España). Cuando Quevedo da forma al famoso «Y es más fácil, ¡oh España!, en muchos modos, que lo que a todos les quitaste sola te puedan a ti sola quitar todos», no está diciendo «Y es más fácil, ¡oh Península Ibérica!, …».
(9) Un país se construye también a partir de ciertas «ruinas» hábilmente manipuladas (igual que puede construirse una casa nueva con los cascotes de un viejo castillo). Cuando en tiempos de Alfonso III, o quizá antes, se comienza a hablar de la «restauración» (lo que mucho más tarde se llamará «reconquista») se está diseñando un futuro de país (un futuro reino, si preferimos llamarlo así) con las ruinas del pasado. Obviamente en la historia nada se «restaura», siempre se construye algo nuevo. Pero lo significativo es que esa apropiación del pasado se orienta a construir un futuro, y lo significativo es que esa apelación a ese pasado y esa propuesta de futuro muevan voluntades. (Y da igual si Alfonso III y sucesores estaban usando ese «mito» para cimentar su poder).
(10) De modo similar, la identidad presente de un país, al igual que la identidad presente de un individuo, se configura (aunque no solo) a partir de la reapropiación del pasado. Por eso la historia no puede ser enteramente neutral. Aunque tampoco puede inventarse los hechos (en eso se diferencia de la memoria personal). Y en ese juego de reapropiación del pasado y compromiso con los hechos que conocemos (del pasado, pero a través de informes y otros elementos significativos encontrados en el presente) se escribe la historia.
A. Bugarín
Valladolid, enero-2022

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