domingo, 24 de junio de 2018

-CULPA Y SENTIDO-

Que la vida carece de sentido, la vida en general y la humana en particular, que no hay un plan tras las estrellas, que estamos abandonados a nuestras decisiones, y que estas emanan de una voluntad que es igualmente construcción, que el propio yo es producto, se fue revelando como nuestra manera de estar en el mundo; nuestra, es decir, de esta civilización tardomoderna, cómodamente burguesa, reinado del último hombre, a decir de Nietzsche, «con sus pequeños placeres para el día y sus pequeños placeres para la noche». Pero que la falta de sentido se revele sigue significando la remisión a un sentido, y, por ello, tal vez una culpa, que alguien ha de expiar (esto es, una culpa y un culpable). Y de ahí el fingido juego de las víctimas y los verdugos, donde se deciden la luchas de poder contemporáneas, en las que lo fundamental es, como siempre, la ocupación del territorio, que es, ahora, apropiación del sufrimiento ajeno. (Nuevo papel de la historia. Penúltima forma de distracción).
A. Bugarín
Valladolid, junio-2018

sábado, 16 de junio de 2018

-ORIGEN-

En La genealogía de la moral muestra Nietzsche -labor por la que, como sabemos, ha recibido, junto a Marx y Freud, el honroso calificativo de «maestro de la sospecha»-, cómo ciertos valores pueden tener su origen -resentimientos múltiples de por medio-, en una inversión de sus contrarios. Así sucedería con «bien» y «mal», y sus correspondientes extensiones caracteriológicas de «bondadoso» -como pobre, humilde, y, por ello, querido de Dios- y «malvado» -como rico y orgulloso, y, por ello, despreciado por Dios-, nacidos de la reinterpretación en clave moral de los antiguos conceptos vitales y aristocráticos de «malo» -como inferior y despreciable-, y «bueno» -como pleno de vitalidad, rico, orgulloso, y elevado-.
La aplicación de este genealógico juego de los orígenes y las inversiones nos permitiría entender el desarrollo de ciertos sorprendentes posicionamientos políticos actuales. Así, «república», en boca del populismo de diversa índole, y, especialmente, del nacionalismo étnico catalán, no puede significar otra cosa que la inversión del concepto original de «república», que es la negación de todo vínculo que no remita al sometimiento exclusivo a la ley, y de toda identidad que no nazca de la autonomía racional del sujeto. (Lo republicano: Felipe VI el 3 de octubre invitando a los poderes del Estado a cumplir la ley y hacer cumplir la ley).
O así «fascismo», y su síncopa coloquial «facha», que, nacidos para designar a ciertas concepciones totalitarias y antiliberales del Estado y la ciudadanía, son empleados, ahora, por aquellos que esgrimen actitudes e ideologías fácilmente equiparables al fascismo clásico, tales nacionalistas étnicos y populismos varios, para descalificar a cualesquiera defensores de la democracia liberal.
A. Bugarín
Valladolid, junio-2018