-SENTIR VERGÜENZA-
Algún día, cuando
vuestro relato se caiga, ya sea de viejo o de agotamiento -pues todo se cae al
final de viejo o de agotamiento-, serán vuestros nietos quienes sientan
vergüenza.
Cuando descubran,
cómo una región próspera situada en un país privilegiado, que formaba parte del
primer mundo, con todo lo que eso implica en servicios, seguridades y
libertades, se dejó seducir por un personaje mezquino y corrupto, que logró
-ante la pasividad de la izquierda, acomplejada por su incapacidad de hacer las
paces con el modelo de Estado que sus dirigentes pusieron en marcha, y el analfabetismo
político, cuando no cosas peores, de la derecha «nacional»-, impregnar de
resentimiento burgués -según el cual los pobres son los culpables de que los
ricos no sean más ricos-, a toda una comunidad; lo que acabó, finalmente, desatando
un golpe de estado insurreccional contra una democracia abierta y tolerante, contra
un país que ama la paz hasta el extremo de la cobardía.
Descubrirán, entonces,
como la casta política y cultural que acompañó a ese personaje, creó un relato
en el que los culpables de todos los males del «pueblo catalán» eran siempre
otros (eso tan satisfactorio), en el que se rastrea la historia en busca de
toda afrenta, en el que, en caso de duda, se emplea siempre la interpretación
más favorable a nuestros intereses, la más desfavorable al «enemigo»; en el que
funciona la dialéctica amigo-enemigo. Descubrirán como cada cesión de la
soberanía compartida era recibida como un acto de humillación, como una muestra
más de la opresión del «Estado».
Descubrirán, como
aquellos de sus abuelos que lideraban ese resentimiento burgués, clase
privilegiada de una región privilegiada dentro de un Estado privilegiado, se
presentaban, sin rubor alguno, sin carcajadas entre el público, como la
encarnación de Nelson Mandela, de Rosa Parks, de Martin Luther King.
Descubrirán que
sus abuelos decidieron rebelarse contra el franquismo, cuarenta años después de
muerto Franco. ¡Esos héroes!
Mas, de momento,
venceréis, quizá, no porque os asista el derecho, sino por un acto de fuerza
-¡cómo no recordar estos días la Marcha sobre Roma!-, en un mundo infantilizado
-no es que hubiera muchos niños en la calle el uno de octubre: todos eran
niños-, y en el que la violencia física de la policía -escasa, dadas las
circunstancias, entre las cuales no es la menor la traición de los mossos, esa
ejemplar policía patriótica que disuelve a manifestantes y concentrados, por
ejemplo en la huelga del 14 de noviembre del 2012, azotándolos con jazmines- se
retrasmite con la velocidad de la luz, mientras se ignora, porque no se ve, la
violencia soterrada, y a veces no tan soterrada, ejercida durante décadas
contra el que no aceptaba el relato dominante.
Venceréis, quizá habéis
vencido ya -pero recordad que las victorias presentes son, a veces, derrotas
futuras-, porque habéis sabido mimetizaros como nadie con las tendencias
dominantes en este primer tercio de siglo: nacionalismo, banalidad, posverdad.
(Y, aquí y ahora,
más vergüenza, nuestra propia vergüenza: ¿quién organizó el contragolpe del
domingo que no ha dimitido ya?, ¿quién es responsable de semejante chapuza?,
¿quien envió a la policía nacional y a la guardia civil a esa encerrona?,
¿quién desconoce de tal manera los mecanismos de las guerras simbólicas
actuales?. Sí, otras muchas vergüenzas).
A. Bugarín
Valladolid, octubre-2017