miércoles, 7 de febrero de 2018

-LA CRÍTICA DE LA CRÍTICA CRÍTICA-

En aquel tiempo los hombres de Ciberia habían alcanzado tal grado de civismo, tal grado de tolerancia y relativismo, que consideraron de justicia ponerse definitivamente en el lugar del otro, dar la palabra al perdedor, traer a presencia lo ausente. De ese modo, una legión de historiadores y filósofos, antropólogos y periodistas, sociólogos y críticos literarios, se aplicaron a la tarea de rescatar al abandonado, dar la palabra al que carece de ella, desvelar cada historia oculta bajo la verdad oficial, abolir todas las trampas con que se justifica el poder.
Y llegó el momento en que la palabra antes ignorada ocupó el espacio público, en que la historia escondida se convirtió en contenido de los libros de texto, en que de los antiguos marginados salieron los secretarios de Estado.
Una generación más tarde, las más finas conciencias críticas, vanguardia siempre dispuesta a liderar a la acéfala masa, caen en la cuenta de la injusticia del orden establecido. Caen en la cuenta de que la nueva palabra instaurada se ha convertido en palabra ganadora, que el orden presente oculta el ausente.
Y así, una nueva generación de historiadores y periodistas, filósofos y antropólogos, sociólogos y críticos literarios, dispuestos a luchar contra toda injusticia, dispuestos a sacar al oprimido de su opresión, a dar voz al condenado a la mudez, ponen su empeño y esfuerzo en dar la palabra a los antiguos ganadores, cuyo discurso ha sido ahora desterrado, hasta lograr, por fin, que el perdedor, y antiguo ganador, vuelva a ser el ganador, desterrando al ganador y antiguo perdedor a su lugar.
Y es maravilla comprobar, como, de esa forma, generaciones de historiadores y filósofos, antropólogos y periodistas, sociólogos y críticos literarios, encontraron, por fin, un modo honrado de ganarse la vida.
A. Bugarín
Valladolid, febrero-2018

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