sábado, 16 de junio de 2018

-ORIGEN-

En La genealogía de la moral muestra Nietzsche -labor por la que, como sabemos, ha recibido, junto a Marx y Freud, el honroso calificativo de «maestro de la sospecha»-, cómo ciertos valores pueden tener su origen -resentimientos múltiples de por medio-, en una inversión de sus contrarios. Así sucedería con «bien» y «mal», y sus correspondientes extensiones caracteriológicas de «bondadoso» -como pobre, humilde, y, por ello, querido de Dios- y «malvado» -como rico y orgulloso, y, por ello, despreciado por Dios-, nacidos de la reinterpretación en clave moral de los antiguos conceptos vitales y aristocráticos de «malo» -como inferior y despreciable-, y «bueno» -como pleno de vitalidad, rico, orgulloso, y elevado-.
La aplicación de este genealógico juego de los orígenes y las inversiones nos permitiría entender el desarrollo de ciertos sorprendentes posicionamientos políticos actuales. Así, «república», en boca del populismo de diversa índole, y, especialmente, del nacionalismo étnico catalán, no puede significar otra cosa que la inversión del concepto original de «república», que es la negación de todo vínculo que no remita al sometimiento exclusivo a la ley, y de toda identidad que no nazca de la autonomía racional del sujeto. (Lo republicano: Felipe VI el 3 de octubre invitando a los poderes del Estado a cumplir la ley y hacer cumplir la ley).
O así «fascismo», y su síncopa coloquial «facha», que, nacidos para designar a ciertas concepciones totalitarias y antiliberales del Estado y la ciudadanía, son empleados, ahora, por aquellos que esgrimen actitudes e ideologías fácilmente equiparables al fascismo clásico, tales nacionalistas étnicos y populismos varios, para descalificar a cualesquiera defensores de la democracia liberal.
A. Bugarín
Valladolid, junio-2018

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