martes, 20 de octubre de 2020

-TRANSFORMACIONES-
De modo similar a como, al decir del psicoanálisis, la vida afectiva, y efectiva, del individuo fluye oculta a su conciencia, la vida social e histórica de una comunidad transcurre, en buena media, al margen de las decisiones de aquellos que pretenden dirigirla y, habitualmente, también de las aclaraciones de aquellos que hacen profesión de pensarla.
 (Y sirva, como destacado ejemplo, el de que, si buscamos el periodo de mayor confluencia social, económica, etc., entre sexos, en la reciente historia de España, lo encontramos, no en la era de los «gobiernos feministas», tan conscientemente publicitados, sino en aquella que va desde algún punto de los sesenta a algún otro de los ochenta; una generación, para decirlo con Ortega, en la que las mujeres pasaron de no poder tener propiedades a su nombre, de ser educadas para la cría y el cuidado, y siempre al servicio del hogar, a llenar las universidades. Y todo eso mientras el feminismo era, al menos en nuestro país -incluso entre la izquierda, que tenía otras prioridades: la lucha de clases, la revolución, el socialismo, etc.-, cosa residual y elitista).

Por eso, y a despecho de las declaraciones políticas y periodísticas, de los hashtag y trending topics, de las publicaciones que brotan de la facultades «de humanidades», de las diversas formas en las que se toma hoy conciencia del presente, corrientes no observadas pueden estar llevando los barcos a puertos no previstos, o, acaso, al naufragio.

A. Bugarín
Valladolid, octubre-2018
 

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