jueves, 24 de diciembre de 2015

-PODER Y LEGITIMACIÓN: UNA DIGRESIÓN-

Recientemente los "medios de comunicación" nos han informado de un "estudio" que muestra los desastres fisiológicos provocados por el ejercicio del poder. El poder, se nos dice, reduce la esperanza de vida de aquellos que lo han ejercido profusamente en tres años. Lo que, automatismos del pensamiento, nos lleva a preguntarnos por qué querría alguien el poder. El pueblo, desconfiado, sospecha siempre de un beneficio. (¿He creado o recuerdo esta frase? Intertextualidad.) Pero ¿cuál es el beneficio? Y si no hay beneficio ¿cuáles son los mecanismos psicológicos que impulsan a asumir ese riesgo, ese sinvivir? ¿Es simplemente egolatría, exhibicionismo, narcisismo? Pero ¿qué explica esa egolatría, ese exhibicionismo? ¿Quizá la pervivencia de impulsos animales transfigurados, sublimados, por la cultura? ¿Impulsos que acaso tienen que ver con las facilidades para la reproducción? Pero ¿también en las mujeres? ¿O acaso impulsos que tienen que ver con la supervivencia del grupo, impulsos de los cuales la solidaridad es un epifenómeno? ¿Afán de servicio entonces?
Y si el problema de por qué querría alguien el poder es un enigma, enigma mayor es el de la obediencia, la servidumbre voluntaria. Étienne de La Boétie. ¿Por qué obedecemos? ¿Pueden, una vez más, las respuestas remitirnos a otras sublimaciones? ¿Obedecer no es también una forma de ejercer el poder? ¿Esto es, ejercer el poder sobre nosotros mismos en primer lugar, esa explosión de impulsos diversos -Nietzsche- y diversificados, que son unificados, reorientados, hacia la constitución de un yo? ¿El autocontrol -Rousseau- que engendra la moral? ¿Y ejercer un poder indirecto, simbólico, a veces directo, sobre los otros, el poder del grupo? ¿O forma de cohesión, y por lo tanto, de supervivencia, de expansión? ¿O, acaso, una respuesta más cruel? ¿Mecanismo psicológico de entretenimiento para no enfrentar directamente, para diferir, el problema de los problemas, el único problema serio, el del suicidio?
(Pero Camus es solo una referencia literaria. Pese a todo, uno tiene la impresión de que es la voluntad de escribir la que actúa. Otro enigma. Y ¿por qué Wittgenstein me parece más radical? Si todos los problemas estuvieran solucionados ¿entonces qué? Entonces comenzaría el auténtico problema, que no es el del suicidio. Si todos los problemas estuvieran solucionados ¿entonces qué? La pregunta paraliza.)
Regresemos, el problema de la servidumbre voluntaria es el problema de la legitimación. Es el problema de cómo autoconvencernos de que debemos obedecer. Y a quién. La historia nos da algunas respuestas. Dios. El poder viene de Dios. El pueblo. El poder viene del pueblo. Pero Dios es una creación del pueblo. ¿O el pueblo de Dios? ¿Puede haber pueblo sin Dios? Me escurro. Pero ¿por qué autoriza,  legitima, el pueblo el poder? Volvemos a la pregunta inicial. ¿Cómo quiere el pueblo verse a sí mismo? ¿Cómo quiere ser? Así quiere verse, así legitima el poder. No hay escusas, no echar balones fuera. ¿Cómo quiere verse hoy el pueblo? Quizá como bueno. Moralismo. Y bueno es sufriente, víctima. El sufrimiento legitima. Quien aspire hoy al poder, un hoy que abarca los dos últimos siglos, tiene que encarnar algún sector oprimido, la clase explotada, los colonizados, las mujeres, minorías étnicas, maltratados varios. Ocupar su lugar. Y, más recientemente, los deshauciados, las víctimas de las crisis del capitalismo. Y si así legitimamos el poder ¿así queremos vernos? ¿Cómo una sociedad de víctimas? ¿Qué implicaciones tiene eso? ¿Acaso una dejación de responsabilidad? Pero eso ¿no es liberalismo? ¿Eso? ¿La apelación a la responsabilidad? ¿Es cruel, duro, e insolidario liberalismo? ¿El liberalismo es descargar el poder de su moralina, de su legitimación? ¿Descargar al pueblo de sí mismo? El pueblo, el nosotros. ¿Antesala del fascismo? Liberalismo y fascismo ¿son esas las opciones? ¿No puede haber una responsabilidad pública? ¿Un liberalismo que no desemboque en el dominio absoluto del mercado? ¿Un pueblo, un nosotros, que no desemboque en anulación del individuo, en colectivismo? Nueva reconstrucción del individuo, que nunca es solo individuo, pero también. De etnotipo a súbdito, de súbdito a ciudadano, de ciudadano a consumidor. Con algunos retrocesos de por medio. Y aquí estamos. Aquí, en el centro comercial. (Pero todo es centro comercial.) Preguntándonos por qué querría alguien mandar, por qué querría alguien obedecer.
Ya se ha dicho. Cabe otra posibilidad. Quizá nadie manda. Quizá nadie obedece. Quizá solo nos dedicamos a comprar y vender. (Y acaso eso no sea malo. No sea, al menos, lo peor. Siempre la duda.)
A. Bugarín
Valladolid, diciembre 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario