-¿QUÉ PODEMOS?-
La gran novedad
política de los últimos años en España es la irrupción de Podemos, convertido
en un grupo decisivo en el parlamento. Pero ¿qué significa esta irrupción? ¿A
qué intereses, estados de ánimo, esperanzas o desesperanzas, responde? ¿Qué es
Podemos?
El nombre, en
este caso, parece ser un mensaje. Ni siquiera muy original, surge de la
castellanización del Yes, we can.
Pero Obama tampoco supone, finalmente, nada original. Quitando el hecho de que
con él haya ascendido al poder un ciudadano negro, mulato en realidad, en unos
Estados Unidos que no acaban de hacer las paces con su propia historia -como
nosotros, vaya-, pocas novedades ha aportado. Algo de sensatez, tras el paso
por el gobierno del hijo de Bush, pero eso era fácil, era lo mínimo que se
podía esperar. Aunque, quizá, eso, precisamente eso, la serena continuidad de
la política norteamericana bajo la dirección de alguien a quien, hace tan solo unas
décadas, se le hubiese obligado a viajar de pie en la parte trasera del autobús,
constituye, en sí mismo, lo extraordinario, lo que adquiere dimensión
histórica.
Bien. Volvamos. Del
Yes, we can, a Podemos. Pero ¿qué es
lo que podemos? ¿Cuál es el mensaje implícito tras el nombre? ¿Podemos parar
los deshaucios? ¿Regular de otra manera las relaciones con los prestamistas? (¿Cómo
se llegó hasta aquí, hasta ese nivel de usura consentida?) ¿Podemos cambiar la
legislación laboral? ¿Podemos poner en marcha unas leyes al servicio de los
ciudadanos comunes, de la gente, como dicen? ¿Y por qué la gente? ¿Por qué no
la vieja caracterización, liberal y republicana, de ciudadanos? ¿Gente o
ciudadanos? Ahí hay también un mensaje. Prosigamos. ¿Qué otras cosas podemos? ¿Combatir
el flujo de capital desde las clases medias y medio bajas hacia las élites
económicas, que es en lo que estamos? ¿Impedir que el capital, y en especial,
el capital financiero, determine el rumbo de la política -de la política española,
para ser exactos-? ¿Podemos cambiar la realidad? Ese parecía ser el mensaje tras
el nombre. Otra cosa es si, realmente, podemos. Quizá no podemos porque estamos
inmersos en una economía global y ningún país puede operar al margen de este
hecho. Pero queda la fuerza moral del intento. Y eso es, quizá, loable, un
proyecto de futuro.
Y en esas
estábamos. Pero, de pronto, ¡todo se reduce al derecho a decidir!
A. Bugarín
Valladolid, enero-2016.
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