-PENSAR, INSTAURAR-
Los mantras no
dicen pero establecen, su objetivo es producir un cierto estado mental. Que los
mantras hayan surgido en Oriente forma parte de la lógica profunda de las cosas.
Y es acaso un símbolo de la diferencia entre el modo oriental y el occidental
de estar en el mundo. Las «filosofías» orientales son instauradoras. Al
acatarlas uno penetra en un sistema de acogida que configura la realidad bajo
una forma definitiva. La filosofía «occidental» es dialéctica, y, por ello,
histórica. Al penetrar en un sistema filosófico occidental uno se encuentra con
un instrumento para enfrentarse con la realidad y con otros sistemas de
pensamiento.
Pero de un tiempo a esta
parte, tal vez debido al tan denostado, por unos, o celebrado, por otros, proceso
de globalización, aparecen en escena híbridos extraños. Encontramos en Occidente,
e insertadas en la estrategia política particular, formas de pensamiento
instauradoras, a modo de mantras, sustraídos al debate, pero carentes de esa
cosmovisión espiritual y definitiva que acompañaba al pensamiento oriental.
Uno de esos mantras es
«derecho a decidir». ¿Quién puede negar un derecho? ¿Quién puede oponerse a
decidir? Solo los malos, la mala gente. (Frente a esa buena gente que exhibe
sus sentimientos como un sistema de legitimación -tras haber establecido,
obviamente, cuáles son los sentimientos que está permitido tener-. Mis
sentimientos son Catalunya. O ¿Catalunya es mis sentimientos?).
Pero, esperando que el
modo occidental de pensar, que problematiza y trae a la plaza pública, para ser
debatido, todo proyecto, especialmente todo proyecto político, no haya muerto
del todo, cabe preguntar: ¿Instaura la palabra derecho un derecho? ¿Se puede, y
se debe, decidir sobre cualquier cosa? Cuando la decisión choca con otra
decisión ¿quién decide?
(Y, sí, también es un
mantra la apelación continua a «la ley», como si la mención reiterada de la palabra
ley instaurase ley).
A. Bugarín
Valladolid, octubre-2017
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