domingo, 10 de enero de 2016

-CIUDADANOS Y ETNOTIPOS-

Un ciudadano es un determinado tipo humano. Un tipo humano modelado por la política, por la polis, por el Estado -obviemos, de momento, las diferencias-. Un tipo humano que no aparece en la prehistoria, no es un producto de la biología, aunque, como todo lo humano, tiene una biología detrás. Es un tipo humano que aparece muy recientemente, como una maravillosa novedad de la civilización griega de en torno al siglo V antes de Cristo.
Un ciudadano es un individuo, y esto hay que reiterarlo, un individuo, sujeto a derechos y deberes políticos. Es decir, un ser racionalmente autónomo, capaz, por lo tanto, de decidir, por sí mismo, lo que le conviene. Un individuo que, como sujeto político, tiene que con-vivir bajo la forma de la colaboración o del enfrentamiento, con otros individuos. Y que, para posibilitar esa convivencia, aun la convivencia conflictiva, tiene que urdir reglas, derechos, y más reglas, deberes, con las que se compromete explícita o implícitamente.
El etnotipo es un tipo humano ancestral. Es incluso, acaso, prehumano. (El incluso acaso es un descubrimiento literario que acabo de hacer.) El etnotipo viene determinado por la cultura, y aun por la biología, si hemos de aceptar aquello de que una raza es una cultura escrita en el cuerpo. Es pre-racional y pre-estatal.
Confundir ciudadanos y etnotipos tiene consecuencias políticas. Y, con frecuencia, nefastas consecuencias políticas. A la historia nos remitimos. Pero buena parte de la, no sé cómo llamarle, progresía está muy manido, y no expresa lo que tratamos de nombrar, sigue teniendo connotaciones positivas, quizá, aunque parezca un oxímoron, izquierda reaccionaria, dejémoslo ahí, buena parte de la izquierda reaccionaria, tan determinante en nuestro país, sigue confundiéndolos. Y así se oye hablar de nación de naciones, mientras que otros, no sé si dándose cuenta de lo problemático del término, se decantan, ahora, por país de países, cuando lo que quieren decir es que España es una nación política, una nación de ciudadanos, que comparten diversas identidades étnicas, es decir, en la que conviven diversos etnotipos, como en todas las naciones, como en todos los países.
El regreso de la nación-Estado, de la nación política, de la nación de ciudadanos, a la nación-étnica, a los «pueblos naturales», es un retroceso. Es abandonar el camino que nos libera de las ataduras obligatorias a una tradición, unas costumbres, ¿una raza? y que nos ata a las leyes, a la solidaridad administrada, a las libertades individuales. Los vínculos afectivos a la historia comunitaria, a la tradición, a las costumbres, existen, y son, incluso, necesarios y buenos, pero, como la religión, deben quedar en el ámbito de la vida civil y privada, fuera, en todo caso, de la gestión política, y fuera, desde luego, de la adscripción obligatoria.
A. Bugarín
Valladolid, enero-2016

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