viernes, 1 de mayo de 2020

-APROPIACIÓN 3-
Las estrategias de poder contemporáneas, al menos en el ámbito de la civilización cristiano-occidental (y lo de cristiano no es prescindible) responden a una lógica subyacente cuyas reglas podemos resumir así:
(1) El orden moral se sustenta en la condición de víctima del sujeto (Cristo crucificado).
(2) El orden moral, y solo el orden moral, legitima el poder.
(3) Poder implica dominio; luego, el ejercicio del poder es incompatible con la condición de víctima.
(4) En consecuencia, la legitimación del poder requiere la apropiación de la condición de víctima, una victimización representada (la víctima real está excluida, por definición, del poder). Para lograr tal objetivo es necesario, en primer lugar, la colectivización del individuo: uno se define por su pertenencia a un grupo. El grupo se constituye, a su vez, a partir de la elección de un rasgo identitario: aquel que permita aprovechar todo el potencial victimista. Finalmente viene la apropiación propiamente dicha, que sigue un proceso silogístico: el grupo X, ha sido oprimido en el pasado, o sigue oprimido actualmente; yo pertenezco al grupo X; luego, yo soy una víctima, un oprimido; luego, estoy en posesión de la legitimidad moral para ejercer poder (político, social, cultural, etc.).
Esta estrategia solo ha podido triunfar a partir de la rebelión protestante y su moralización del cristianismo. La nobleza del mundo germánico y los países bajos la empleó en su legitimación frente al imperio español. Aprendido el truco fue empleado por los criollos americanos que se apropiaron sin pudor del sufrimiento, real o representado, de los aborígenes americanos para legitimarse frente al poder Real. Y llega a nuestros días. Las clases burguesas afroamericanas de EEUU esgrimen su condición de víctimas frente a los blancos. Las mujeres burguesas blancas su condición de víctimas frente a los varones. Los varones blancos homosexuales su condición de víctimas frente a los heterosexuales. Los varones burgueses heterosexuales blancos catalanes su condición de víctimas frente a los españoles o hispanohablantes. Etc.
Consecuencias:
(1) La concepción republicana del Estado y el orden social, se ha quedado, entretanto, por el camino.
(2) Se constituye el sujeto populista, que sigue la secuencia: infantilización (modo de comunicación paralela, Berne, donde no cabía esperarla -¿la deconstrucción masculina era eso? ¿abandonar al adulto para que aflore el niño?-), irresponsabilidad (otro tiene la culpa), aplebeyamiento (el pueblo reducido a plebe), caudillismo (un sujeto señalado encarna esa desazón representada).
A. Bugarín
Valladolid, Mayo-2020

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