viernes, 22 de septiembre de 2017

-ERRAR-

Dice Borges, en narración célebre -y celebrada, entre otros, por Michel Foucault- que, según una antigua enciclopedia china, los animales se clasifican en: a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, ... etc. Lo que parece querer sugerir que toda clasificación es arbitraria; y, esto lo decimos nosotros, en consecuencia, tan inobjetable como un acto de creación.
Pero acaso no esté totalmente desencaminado Hume cuando sostiene que entre ciertas ideas parece existir una atracción similar a la que se da entre los cuerpos newtonianos. De donde se podría deducir que, por la misma razón, deberá existir cierta repulsión entre otras ciertas ideas cual la dada entre los polos de igual carga en un imán.
Y en este juego de afinidades y diferencias, en este no ser todo compatible con todo, reside, tal vez, el discurso verdadero.
Y así, no parece posible, tal como sostiene cierta izquierda -aquella que es incapaz de pensar a Marx si no es en compañía de Lenin y Stalin (o, en su caso, de Mao); o, peor aún, aquella para la que la revolución no es sino la expresión legítima del resentimiento- agrupar en un mismo lado del campo, frente al cual se determinaría ella misma en bando contrario, el continuum liberal-capitalista-patriarcal-heteronormativo.
Pues ha sido el capitalismo liberal, como ya vio Marx -¡hace casi doscientos años!- el que ha abolido el patriarcado. De hecho, pero, sobre todo, en sus fundamentos.
Y cabe imaginar, tal Platón en El banquete, una comunidad de varones, amándose fuera de los cauces «heteronormativos», como la máxima expresión del patriarcado.
(Pues -y aquí está el permanente errar, en su doble sentido, de esa izquierda-, no es el mal del capitalismo lo que promete, sino lo que no cumple.)

A. Bugarín
Valladolid, septiembre-2017

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